La colaboración y la competitividad parecen dos conceptos antagónicos a simple vista, pues la visión común de la competencia habla de crear ventajas sobre los demás lo que puede implicar evitar comunicarlas para que no pierdan su fuerza. Y esto es razonable cuando se trata de la esencia del negocio, lo que lo hace distinto a los otros jugadores del mercado, lo que hace que su producto sea diferente y mejor que el de la competencia. Sin embargo, no todo lo que se hace en la empresa está atado a las ventajas competitivas. Hay un gran campo de acción, que puede dar o quitar competitividad, que no se encuentra ligado con los secretos industriales ni con las ideas que hacen diferente al producto de una organización

›› Manuel Montoya, Director General del CLAUT.
» ›› Manuel Montoya, Director General del CLAUT.
¿Cuál son los ámbitos para la colaboración? Son todas aquellas áreas comunes de las organizaciones que les restan competitividad o que pueden generarles competitividad. Nos encontramos normalmente que existen fallas de mercado, condiciones que restan competitividad a todos los jugadores que se encuentran enmarcados en una región o en un sector. Son problemas que afectan a todos por igual, como podría ser la falta de personal especializado, una infraestructura deficiente en la zona, poca competitividad de la proveeduría local, condiciones fiscales des variables, etc.

Es aquí donde las organizaciones pueden colaborar, para buscar soluciones que les ayuden a todos por igual. Pero muchas veces hace falta sentarse a dialogar para definir bien de qué se trata y cómo afecta esa condición desfavorable. En esos momentos se pueden identificar maneras de resolverlo o de mitigar el problema, aprovechando las complementariedades de las diferentes organizaciones. La unión hace la fuerza.

El otro gran ámbito para la colaboración, es la posibilidad de generar sinergias. Ya no se trata sólo de resolver problemas, si no de encontrar oportunidades que puedan ayudar a todas o a varias de las organizaciones. Efectivamente, cuando se intercambian información entre las empresas, es factible identificar actividades que se podrían hacer en común y reportar un beneficio que no se obtendría actuando de manera aislada. Si una empresa, por ejemplo, buscara atender sus propios requerimientos de capacitación, se va a encontrar que para ciertos puestos no consigue hacer suficiente masa crítica como para poderla dar sin incurrir en costos muy onerosos.

Sin embargo, si se juntan 5 o 6 empresas con el mismo requerimiento, pueden hacer factible ese proyecto de capacitación. Este sencillo ejemplo se puede llevar a muchos ámbitos de las organizaciones: desarrollo de proveedores comunes, esfuerzos de marketing en conjunto, atracción de una nueva inversión, etc.

En la experiencia de actividad de los clústeres, nos encontramos que no solo la colaboración y la competitividad no son conceptos opuestos, sino la misma colaboración genera competitividad al atender las fallas de mercado y al generar sinergias y oportunidades entre los actores sociales. Esta dinámica colaborativa va generando una nueva visión para buscar las ventajas competitivas también en la colaboración, donde las ventajas se encuentran más allá de los muros de la propia organización. Esto, finalmente está llevando a que las regiones se clustericen para ganar competitividad en su entorno, y las ponga en mejores condiciones de competir globalmente.