Hoy en día, conforme nos insertamos en el mundo globalizado y tratamos de acercarnos a las economías desarrolladas, caminamos simultáneamente hacia una economía basada en el conocimiento.

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Las economías basadas en el conocimiento, son las que poseen cierto grado de maduración y realizan un siguiente paso asertivo para avanzar hacia la “siguiente escala” dentro de la política económica de un país y/o entidad federativa.

Para los países desarrollados, las economías basadas en el conocimiento, no solo es el eje central de sus economías, sino inclusive, la propician mediante incentivos destinados a la investigación y desarrollo. Un ejemplo de ellos es el incentivo a la educación, el cual es un requisito ‘sine qua non’ en cualquier economía desarrollada.

Lamentablemente en México, aun son muy escasos los incentivos destinados a la investigación y desarrollo. Nuestro país aún está muy por debajo de países emergentes como Corea del Sur, India, China, Singapur, Estados Unidos o Taiwán quienes destinan mucho mayor presupuesto en investigación y desarrollo. Ellos son la principal competencia de nuestro país en lo que se refiere a inversión extranjera directa y algunos sectores principalmente industriales dentro de la economía del conocimiento.

En México, desafortunadamente no se ha avanzado “parejo” en términos de investigación y desarrollo, existe una diferencia muy marcada en algunas entidades federativas en cuanto a los avances de una economía y cultura basada en el conocimiento, esto a su vez se traduce en las métricas económicas de las diferentes entidades de nuestro país.
La economía basada en el conocimiento, basa su crecimiento en el nivel educativo de su población y en la creación de un valor agregado a los productos de ensamblaje, manufactura y bienes de servicio. Hoy en día algunas empresas maquiladoras y manufactureras extranjeras, se encuentran realizando o analizando, la creación de centros de investigación y desarrollo en México.

El CONACYT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) ha incrementado en México el número de apoyos para aquellas empresas que pretenden realizar proyectos de investigación y desarrollo, no obstante, ha sido insuficiente; aún es necesario destinar una mayor cantidad de recursos para incentivar este tipo de proyectos, de lo contrario, continuaremos prácticamente a “merced” de los fondos federales canalizados a través del CONACYT y algunos fondos mixtos con los gobiernos estatales.

Adicionalmente, para beneficios de las economías maduras, la legislación fiscal otorga algunas deducciones como incentivo a la investigación. Estas se han visto reflejadas en las reformas fiscales como en las misceláneas fiscales que cambian continuamente.
Definitivamente cambiar una cultura de manufactura a mente-factura, llevará su tiempo. La economía del conocimiento, comienza precisamente con incentivar la investigación y el desarrollo. Las instituciones académicas tanto públicas como privadas, son elementos inalienables del esfuerzo compartido entre el estado y la sociedad civil que tienen como objetivo incrementar el nivel educativo de la población así como combatir el fuerte rezago educativo. Es en las instituciones académicas en donde se forman y se inserta la nueva cultura del conocimiento mediante la formación de los estudiantes. Ellos serán los activos del mañana y transformarán los beneficios a sus comunidades. No tiene ningún sentido un desarrollo económico, si este no se manifiesta en beneficio para la sociedad.

En conclusión, la economía basada en el conocimiento debiera ser un “modus vivendi” que tendría que ser implementado dentro de las políticas públicas de nuestro país y de las diferentes entidades federativas en México.

En algunas entidades, el tiempo que tomara implementar esta cultura del conocimiento, tomaran mayor tiempo, debido a los rezagos educativos y económicos, sin embargo, es nuestro deber como mexicanos, propiciar a que esto suceda. Es decir, es una tarea imperativa atenuar, y combatir, el rezago educativo, con el fin de facilitar esta nueva estrategia de desarrollo basada en el conocimiento y transformarse en no solo un incremente en la competitividad de nuestro país, si no más importante aún, en beneficio de toda la población.